jueves, 12 de febrero de 2009

Llamados a vivir en comunión

Mons. Pablo Cedano Cedano

Partimos de Dios que vive en su esencia divina la comunión trinitaria basa en el amor del Padre del hijo y del Espíritu Santo, Dios Santo Trino y Uno.

En una ocasión en que Jesús estaba con sus discípulos les habló de su ida a la casa del Padre a prepararles un lugar y que luego volvería por ellos, Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta. A esto respondió Jesús, Felipe el que me ve a mi ve al Padre. ¿Cómo es que dices: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? (Juan 14, 8 8-10)

El primer capitulo del Catecismo de la Iglesia Católica, nos enseña la Iglesia, el deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no deja de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar (No. 27).

Por otra parte el Vaticano II, en su documento Gaudium et Spes 91,1, nos dice: La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor, y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador.

Hecho a imagen y semejanza de Dios, el hombre por creación y nacimiento posee la facultad de amar y vivir en comunión consigo mismo, con Dios, con los demás y con toda la creación que Dios ha puesto en sus manos para que la desarrolle y le glorifique (cf. Genesis 1, 28).

En este sentido, rota esta comunión por el pecado de nuestros primeros padres, Dios se muestra misericordioso, e inicia un proceso de reencuentro llamando a Abrahán y prometiéndole descendencia más numerosa que las estrellas del cielo, pues ambos eran viejos y no tenían hijos.
No obstante la esclavitud de Egipto por más de 400 años, Dios recupera a su pueblo, lo lleva al desierto camino hacia la tierra de promisión y, al pié del monte Sinaí, le da la tabla de los diez mandamientos a fin de mantener la comunión como hemos dicho antes.

Los profetas enviados por Dios a su Pueblo, animaban la presencia de Dios que les acompañaba, y les advertían las consecuencias negativas de la violación de los mandamientos. Pero es en Jesús y Maria cuando adquirimos nuevamente a plenitud la comunión, vinculo de unión entre Dios y el hombre, el hombre consigo mismo, entre sí y con la creación (cf. Exodo 24).

Con la muerte y Resurrección de Jesucristo y los Sacramentos, especialmente Eucaristía, tocamos el cielo, ya que él vino a hacerse uno con nosotros para que nosotros, en el Hijo y el Espíritu Santo, viviéramos la comunión a plenitud.

¿Como anda tu comunión con relación a Dios, contigo mismo, con tu familia, con la comunidad y con el medio ambiente que nos acoge? Según esto, Autoanalízate y verás que esto medirá el grado de tu paz y tu felicidad.

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