jueves, 12 de febrero de 2009

La enseñanza de Jesús Maestro


Rev. P. Manuel Antonio García

Jesús Maestro, como dice la gente sin instrucción, “hablaba” con autoridad a las muchedumbres y esto era un auténtico escándalo, que levantaba el asombro y la polémica, la fe y la contradicción.

Los que creían en él decían: "Tú tienes palabras de vida eterna". Y los que no creían le llamaban loco y endemoniado.

Jesús no enseñaba como los letrados y rabinos que enseñaban en Israel por oficio con réditos económicos y de prestigio. Su oficio era leer lo que estaba escrito y repetir lo que ellos habían aprendido antes en las escuelas, administrar las verdades y creencias adquiridas, lo que siempre se había dicho. Su magisterio era conservador, legalista y ritualista. Se olvidaban del espíritu, y mataban del aburrimiento. Por eso no asombraban a nadie.

La enseñanza del Maestro es una revelación progresiva de su persona, manifiesta en los Sacramentos de la Iglesia, resultando en unidad su enseñanza, su poder para liberar del mal y el anuncio de su pasión, muerte y resurrección.

La Iglesia, Madre y Maestra escucha y se nutre de la Palabra Encarnada en la Cruz del Altar, para con plena libertad, según la tradición viva y vivificante, custodiada en el depósito de la ortodoxia.

La Iglesia denuncia y renuncia a los demonios actuales: la ambición de poder y de dinero, la manipulación de los medios de comunicación, la violencia y el comercio con la sexualidad, las envidias, rencores e incomprensiones a todos niveles.

¿Cómo recibimos y enseñamos nosotros el Evangelio?

Se nos pide una respuesta vivencial de seguimiento en el Espíritu. Conexión con la Palabra Sacramental, verdaderamente divina y sorprendente en la fuerza de la autoridad que destruye a los malos espíritus.

Hemos de recuperar la capacidad de asombrarnos ante el Evangelio del, que supone un camino, un itinerario, que no permite instalarse, donde no hay autosalvación, sino entrega. Lo contrario es no estar dispuesto, por apegos, pereza o por miedo, a enfrentarse por sí mismo y a compartir con Jesús y con los demás los riesgos y peligros del Evangelio.

Renovemos nuestro compromiso eclesial…

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