martes, 12 de mayo de 2009

Somos testigos y misioneros del Resucitado


Rev. P. Manuel Ant. García S.

Jesús, el crucificado, vive ahora con y en nosotros por siempre, y nos ha dado su mismo Espíritu, para andar su mismo camino como testigos que se reúnen en comida amical y fraterna, a partir el Pan Eucarístico, por la oración apostólica y comunitaria.

Esta gran experiencia de la Pascua de la primera comunidad, fue el paso del miedo a la valentía, de la tristeza a la alegría, porque Pedro y los Apóstoles vieron al Señor que se les apareció desde su nueva existencia, que les explicó la ley de Moisés, de los profetas y salmos, y comió con ellos....

Desde este momento se inicia el seguimiento de Jesucristo, tarea incesante de conversión que consiste en adentrarse e inspirándose en los hechos y palabras de Cristo como miembros de comunidades “testigos de la resurrección”; un nuevo estilo de vida de discípulos. conforme al Evangelio de Jesús.

El documento de APARECIDA, en la V Conferencia del CELAM, gira alrededor del seguimiento de Jesús, llamándonos a formar comunidades en misión permanente donde se manifiesten las diversas presencias de Jesucristo vivo:

1. En la Palabra y en los sacramentos (n.103)
2. En los rostros sufrientes (n.104)
3. En todos los acontecimientos de la vida de nuestros pueblos, donde nos invitan a hacer un mundo más justo y más fraterno (n.105)
4. En los discípulos y discípulas que procuran hacer suyo el modo de ser de Jesús (n.106)
5. Iglesia con plena pertenencia de los laicos como parte activa y creativa de la misión (n. 230,232) con el mandato de ir y de hacer discípulos (cf. Mt 28, 20),

¡Necesitamos un nuevo Pentecostés!

¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!

No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos, sino que urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido liberados y salvados por la victoria pascual del Señor de la historia, que Él nos convoca en Iglesia, y que quiere multiplicar el número de sus discípulos y misioneros en la construcción de su Reino en nuestro Continente.

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