lunes, 16 de febrero de 2009

Salvando en la unidad del alma y el cuerpo



Rev. P. Manuel Antonio García


Se manifiesta Jesús salvando, sanando, liberando de una de las mayores miserias humanas: este hombre sufre doblemente... su cuerpo está duramente afectado... y es repudiado por todos...

Enternecido ante este hombre, Jesús extiende la mano y le toca...

Como enfermedad contagiosa, la lepra exigía aislar al enfermo del resto de las personas. El enfermo se presenta en actitud de súplica. Jesús lo cura con un "gesto" y una "palabra".

La palabra de Jesús es capaz de crear comunidad allí donde hay marginación.

Jesús elimina toda actitud que excluya o margine y se acerca a todos los hombres que la sociedad civil o religiosa margina: endemoniados, leprosos, publicanos. A la huida o separación contrapone el encuentro que salva, y quiere que el enfermo quede reincorporado a la comunidad. Es necesario su silencio y el cumplimiento de las leyes para que dé testimonio de su verdadera recuperación como miembro del Pueblo de Dios.

Esta es la experiencia comunitaria sacramental de la proclamación-enseñanza del Reino de Dios y el poder curativo de Jesús. Pero a la gente le interesa sólo lo segundo, pero no la realidad que implica la predicación del Reino que exige cambio de mentalidad y de comportamiento.

La gente está más interesada en un Jesús milagroso que le solucione sus problemas, que en el proyecto del mismo Jesús: las exigencias de vivir la comunidad.

Sólo en la experiencia litúrgica Eucarística se desvela "El secreto mesiánico". Antes de la experiencia pascual, Jesús no quiere que se divulgue su fama, porque eso podría ocasionar que la gente entendiera su mesianismo como un populachero, ruidoso, emocional, espectacular, impositivo, dominante y poderoso, como esperaban muchos.

Pero el leproso no puede callar, sino todo lo contrario: de hecho, el que ha sido salvado por Jesús es imposible que calle. Y su fama, la explosión de Galilea, la incomprensión, la persecución, el abandono por parte de los que sólo buscan milagros, la traición es imparable.

Jesús mantendrá hasta la hora de su Pasión, anunciado en la Santa Misa.

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