Rev. P. Manuel Ant. García
En Cafarnaún, región de gentiles, es proclamado algo impensable. Esto ocurrió cuando Jesús se puso a enseñar en casa de San Pedro, donde solía hospedarse.
En dicha casa Jesús está evangelizando compartiendo la mesa: pronuncia la palabra de perdón con tal autoridad y dirigiéndose al paralítico le dice imperiosamente: Levántate, o lo que es lo mismo: Resucita.
NO SE CONCIBE EN LA ANTIGÜEDAD: alojamiento en casa sin enseñanza de la Palabra, comida y hospitalidad.
Jesucristo encomienda a su Iglesia esta misión suya para que la lleve a cabo a través de los tiempos y en todas las partes. Misión a la que todos hemos sido llamados por el Bautismo en la fuerza permanente de su Espíritu.
La Iglesia ha institucionalizado el perdón en un sacramento, unido a la proclamación del Evangelio, que es la misión primera y esencial. Es que perdón y sanación van de la mano.
La forma actual del perdón, la confesión, con su rito personal y comunitario, requiere de alguna forma conocer y juzgar la disposición del penitente, además de que para recibir el perdón es necesario el perdonar en verdad a los demás.
La Iglesia, ya desde los tiempos de la Carta de Santiago, ha confesado su fe y su esperanza en esta salvación del alma y del cuerpo, al practicar la unción de los enfermos, sacramento que tiene un carácter penitencial y cuyo efecto es el perdón de los pecados y el alivio de la enfermedad.
La Eucaristía que celebramos, es la fiesta de ese perdón de reconciliación en la paz de los hijos de Dios en Jesucristo, cuyo sentido sólo podemos realizar y dar a conocer a los demás con las exigencias del evangelio.
LOS ESPERO EN EL SANTO VÍA CRUCIS, TODOS LOS VIERNES.
No hay comentarios:
Publicar un comentario